El rostro de la desgracia…
POR MIGUEL II HERNÁNDEZ MADERO
La educación es una de las áreas más afectadas por la
contingencia sanitaria del COVID-19; tanto en las escuelas públicas como
privadas ha habido deserción, por diversos motivos relacionados con un sistema
educativo que no estaba preparado para este escenario.
De este tema ya se hablado mucho, ya la mayoría conoce
el panorama y hay quienes abogan por el regreso a clases presenciales, en tanto
otro sector se opone. La polémica está a punto de desaparecer pues según las
autoridades educativas, ya es inminente el regreso a clases e incluso se
vacunará a los docentes durante el mes de mayo.
Con ese regreso a clases presenciales se debe también
diseñar estrategias para la reinserción escolar de niños y adolescentes, por
ser un tema prioritario de toda sociedad que aspire a tener un futuro. La mera
existencia de estos menores fuera del sistema educativo representa un daño
difícil de restituir, pues atenta contra las posibilidades de integración
social y es un factor de riesgo en los niveles de exclusión social.
Y esto pone de relieve un problema: la exclusión
educativa que tiene diversas formas, que van desde la imposibilidad de acceso a
la educación formal, la deserción e incluso la falta de inclusión efectiva, que
implica que quienes pasan por la escuela, simplemente no aprenden lo básico,
necesario y fundamental, debido a diversos factores personales, familiares o
del entorno social.
Pero esa exclusión ya existía desde mucho antes del
COVID-19, lo cual no es un consuelo, ni justificación, porque después de un año,
la situación es más seria y requiere de mayores esfuerzos- No basta que por
decreto se haya establecido el regreso a clases, es necesario diseñar programas
y acciones reales para atender problemas reales.
Esto es algo serio, sobre todo en el contexto de crisis
económica, cultural y social por el que atraviesa el país que podrá ser
combatido con éxito en la medida que se haga efectivo el derecho a la educación
que garantiza el Estado.
Dejar que niños, niñas y adolescentes simplemente
dejen de acudir a la escuela, convirtiéndose en una estadística, es dejar que
permanezcan los factores de vulnerabilidad, de pobreza y de baja capacitación
laboral. Para el Estado debe ser impensable permitir esta situación, porque lo
primordial es mejorar las condiciones de vida de los sectores vulnerables y
combatir el rezago social, pero es necesario aprender acerca del problema,
aprender de las experiencias tomadas en diversos lugares, escuchar a quienes
padecen de esta situación para comprender sus motivos y elaborar estrategias
acordes con la realidad que se vive en nuestro contexto social.
A poco más de un año del primer caso, sin haber salido
de la pandemia, sin vacunas suficientes, sin estrategias y con mucho rezago, se
perfila el regreso a clases en Yucatán, quizá en septiembre, después de las
elecciones, ojalá que, frente a hechos consumados, no tengamos que lamentar
pérdidas irreparables.
En unos años todo esto será simple referencia
histórica y estadísticas, ojalá que no haya mucho más yucatecos ingresando a
esos números, maquillados o no, pero que son el rostro de una desgracia.
Hasta la próxima…
POR MIGUEL II HERNÁNDEZ MADERO
#OPINIÓNPORMIGUELIIHERNÁNDEZMADERO
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